La fuerza de una mirada: el retrato nos da lo que esperamos de una obra de Kahlo: muestra a Frida con un vestido tradicional mexicano que llama la atención de la audiencia simplemente mirando fijamente fuera de la pintura. Su mirada en sí es deslumbrante, desviando la atención de los detalles de la pintura y hacia la artista misma.
La imagen muestra la gran habilidad de Kahlo como artista. Sus pinceladas son ligeras y fluidas, lo que permite que la pintura permanezca precisa e intensa sin volverse desenfrenada. El efecto es una pintura llena de detalles finos que no se recuerdan y que se ven eclipsados por el tema de Kahlo: ella misma.
Los biógrafos hablan del deseo de Kahlo de hacerse notar; el dolor físico que soportó a lo largo de los años de su vida y la relación de éste con la atención que recibió para sus enfermedades. En cierto sentido, esta mirada directa es una forma provocativa para que Frida, la artista, obtenga la atención que se decía que Frida, el individuo, anhelaba.
Frida y sus loros
La rigidez de la pintura también se rompe con detalles dentro de la obra. Los loros aportan profundidad, los intrincados detalles de sus plumas brindan un sutil contraste con la suave sencillez de la apariencia de Frida. Los loros protectores y encrespados realzan el tacto sensual de la obra, la tranquila sencillez del semblante de Kahlo se magnifica contra ellos.
A pesar de sus colores brillantes, los loros no eclipsan a Kahlo. En lugar de restarle valor a su presencia, la realzan, brindándole una dimensión diferente. Se vuelve aún más tranquila, aún más reservada porque los loros traen consigo un desorden desaliñado.
Yo y mis pericos es como un oasis de calma en la historia de Kahlo. A pesar de su dolor por la pérdida de su padre, su sufrimiento físico y su oscuro y absorbente matrimonio, todavía había lugares de paz que podía encontrar por sí misma.